Conozco al congresista republicano Mario Díaz-Balart desde hace muchos años, así como al resto de su familia, con los que he compartido momentos intensos en la lucha por la libertad de Cuba. Su entrega a la libertad y a la justicia, no solo por Cuba, es incuestionable; como lo fue la de su padre, Rafael Díaz-Balart, ministro de Fulgencio Batista y Batista, cuñado de Fidel Castro (primer matrimonio), a quien retrató muy bien en un texto memorable en el Congreso de la época, después exiliado, luchador infatigable en contra de la tiranía castro-comunista, al igual que su otro hijo, Lincoln Díaz-Balart, recientemente fallecido, quien también fue congresista cubano-americano, y al que los cubanos y los iberoamericanos le debemos mucho en materia de numerosas leyes que han favorecido nuestra causa.
Mario Díaz-Balart, miembro de la Cámara de Representantes, es un hombre directo. Su labor política es meritoria, ha sido artífice, después de Lincoln, su hermano, en la obra magnífica de información que durante cuarenta años ha llevado a cabo la emisora Radio Martí, con la misión de informar al pueblo cubano de los sucesos a nivel mundial, pero sobre todo de informarlo sobre sí mismo y la verdad de los acontecimientos internos con relación a los opositores y al exilio.
El esfuerzo de Radio Martí, hoy Martí Noticias no habría podido realizarse sin los congresistas cubanoamericanos, tampoco sin los periodistas y analistas cubanos y cubanoamericanos, así como de otras latitudes que, desde todas partes del mundo, durante cuarenta años, han realizado un trabajo intachable. Colaborar con ellos ha sido un honor, no puedo dejar de mencionar a Roberto Müller, Cary Roque, Diego Suárez, a María Elena Cruz Varela, poeta y expresa política, a Yolanda Huerga, al Dr. Oscar Elías Biscet, a Eduardo Cardet, a Álvaro Alba, a Ariane González, a Alejandro Zayas Bazán, con quien colaboré hasta hace muy poco de forma directa. No obstante, en los últimos tiempos, de cambios difíciles, Radio Martí no hubiera podido seguir haciendo «camino al andar» sin Mario Díaz-Balart, Carlos Giménez, y otros congresistas.
— Pertenece usted a una ilustre familia de cubanos, exiliados bajo el castrismo, que tuvieron una impronta importante en la Cuba pre castrista, como es el caso de su padre, Rafael Díaz-Balart, luego en el exilio, donde también su padre, su hermano Lincoln Díaz-Balart, sus hermanos José y Rafael, y usted mismo, han sostenido un protagonismo relevante, decisivo para los cubanos, pero sobre todo para los cubanoamericanos y los norteamericanos. ¿Qu experiencia podría contaría sobre una familia de exiliados huidos del comunismo que ha contribuido a la grandeza de América?
— Lo único que mi familia y yo tenemos es nuestro apellido, Díaz-Balart, es nuestro honor. El honor es todo. Mis hermanos y yo hemos llevado ese principio con nosotros toda la vida, procurando que el legado de nuestro padre, Rafael Díaz-Balart, perdure. Mi familia fue amenazada de muerte, obligada al exilio por Castro y sus cómplices, nuestro hogar fue destruido. Vivimos en varios países, sin patria, hasta encontrar refugio, hogar y una nueva identidad en Estados Unidos.
Estados Unidos fue el inicio de una segunda oportunidad para nuestra familia. Comenzamos en Nueva York, donde mi padre continuó su incansable compromiso con la causa de una Cuba libre al fundar el Instituto Rosa Blanca, la primera organización anticastrista dedicada a promover la libertad y los derechos humanos en una Cuba totalitaria. Décadas después, mi hermano Lincoln continuó esa labor y fue fundamental en la codificación de sanciones integrales contra el régimen castrista, estableciendo que ningún presidente pudiera levantarlas sin la aprobación del Congreso, salvo que hubiera una verdadera transición democrática, liberación de todos los presos políticos; elecciones libres, justas y multipartidistas; y la legalización de medios, sindicatos y partidos políticos independientes. Por ello estas sanciones continúan vigentes hasta hoy.
Sabemos lo que significa la defensa de la democracia, los derechos individuales y las libertades que hoy disfrutamos y que están garantizadas por la Constitución de Estados Unidos y que son protegidas por hombres y mujeres valientes de nuestras Fuerzas Armadas. Por eso las defendemos con tanto fervor porque sabemos lo que significa perderlas y lo difícil que es recuperarlas. Tanto mi hermano Lincoln como yo tomamos muy en serio el juramento de «apoyar y defender la Constitución de Estados Unidos» y siempre recordamos que nuestro deber consistía en servir al pueblo que nos honra representar.
— ¿Cómo percibe usted el tema Make América Great Again, cómo cree que un día podríamos aplicarlo a Cuba?
— El pueblo americano otorgó un claro mandato al elegir al presidente Trump: querían un cambio real, una política de «primero Estados Unidos» que encarrilara nuevamente al país, equilibrara el terreno económico, priorizara nuestros intereses de seguridad nacional y revirtiera muchos de los daños causados por la Administración anterior, tanto en el plano nacional como internacional.
«Make America Great Again» no significa «solo Estados Unidos» ni regresar a los días oscuros del pasado. En mi opinión, significa repatriar empleos e industrias, alcanzar autosuficiencia en sectores clave como el farmacéutico, energético y manufacturero, y tratar a los aliados como aliados y a los adversarios como adversarios. También significa que no proporcionaremos asistencia exterior sin control a programas controvertidos que dividen a los americanos, como la financiación de abortos en el extranjero o el apoyo a organizaciones antisemitas como la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés). En cuanto a Cuba, el futuro lo decidirá su pueblo. Pero la elección del presidente Trump fue lo mejor que pudo haber sucedido, no solo para el mundo, sino para nuestro propio hemisferio.
Regímenes represivos como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua están tambaleándose, y el presidente Trump ha mostrado una solidaridad firme al oponerse a la tiranía y apoyar a quienes luchan por la libertad. Los tiempos del apaciguamiento han terminado. El pueblo cubano será libre y recordará a quiénes estuvieron a su lado.
— Guardo hermosos recuerdos del libro de su padre: Intrahistoria… y de la labor de Lincoln. ¿Pudiera contar alguna anécdota de ambos relacionada con Cuba y Estados Unidos?
— El libro de mi padre, Cuba: Intrahistoria, Una Lucha Sin Tregua, deja claro que Fidel Castro estaba dispuesto a adoptar cualquier ideología con tal de obtener el poder. En su momento, la creciente influencia del comunismo fue el vehículo que utilizó para acceder al poder, pero bien pudo haber sido cualquier otra ideología, según la época. Mientras muchos en la izquierda lo romantizan por razones ideológicas, no comprenden que Castro no era fiel a ninguna doctrina salvo la supremacía del poder absoluto. Castro y el comunismo fueron un matrimonio de conveniencia.
— ¿Cree que el presidente Donald Trump esté interesado de que en Cuba las cosas cambien radicalmente o estaría buscando como con otras regiones algún arreglo distinto, digamos de diálogo o de cambio suave, que tal vez sin advertirlo le daría ventajas al régimen? Es algo que a veces se percibe desde Europa.
— Las acciones del presidente Trump, tanto en su primer mandato como ahora en su segundo, hablan por sí solas. Ha hecho promesas, y las ha cumplido. Durante sus primeros cuatro años, adoptó una postura sin precedentes de solidaridad con el pueblo cubano. Además de las sanciones, suspendió transacciones con el aparato militar cubano, creó la «Lista Restringida de Cuba» de empresas militares prohibidas, impuso fuertes sanciones al principal sostén del régimen en Venezuela, canceló cruceros y la mayoría de los vuelos, y permitió que las víctimas del régimen pudieran presentar demandas por propiedades confiscadas.
Desde el primer día de su segundo mandato, restableció una política firme al volver a incluir al régimen en la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo, reinstauró la Lista Restringida de Cuba y está repatriando agresivamente a violadores de derechos humanos de los cubanos y que intenten pasar sus años restantes en Estados Unidos.
— ¿Es consciente de que hay otras personas en Europa que pudieran liderar un cambio definitivo en Cuba, o desde Estados Unidos lo ve de otra manera?
— Existen valientes patriotas cubanos en todo el mundo que trabajan incansablemente por la libertad en Cuba. Asimismo, muchos ciudadanos de países que antes fueron comunistas han demostrado una solidaridad inspiradora con el pueblo cubano. Pero el verdadero cambio vendrá desde dentro de Cuba, de su gente.
— Seguramente conoce la situación actual de España, un proceso parecido a lo que vivimos los cubanos, ¿algún comentario al respecto?
— La erosión de las instituciones democráticas, la amenaza a la independencia judicial y la persecución y silenciamiento de voces disidentes en España preocupan profundamente a quienes defendemos la causa de la libertad, la democracia y los derechos humanos. Sabemos bien lo frágil que puede ser una democracia y cuán rápidamente puede transformarse en autoritarismo.
Es una gran contradicción que sectores de la izquierda española digan defender la libertad y los derechos humanos, mientras su Gobierno es cómplice del tráfico de médicos cubanos —muchos de ellos explotados y privados de derechos laborales básicos— en una industria lucrativa que genera entre 6.000 y 8.000 millones de dólares al régimen. Y, sin embargo, España ha sido la más ferviente defensora del mantenimiento del régimen castrista dentro de la UE.
Con frecuencia se cuestiona a Estados Unidos por mantener sanciones, alegando que «no han funcionado». Pero ¿por qué nadie cuestiona a la UE por sus condonaciones de deuda, su comercio, su asistencia directa a Cuba, o sus incontables «diálogos», que tampoco han dado resultados?. Imaginen el impacto si Europa se uniera a Estados Unidos para apoyar inequívocamente las aspiraciones democráticas del pueblo cubano. Me gustaría que se formulara esa pregunta.
Además, esto no solo afecta al pueblo cubano, también incide directamente en la seguridad de Europa. Mientras la UE solicita más apoyo de Estados Unidos a Ucrania —lo cual respaldo— Cuba, estrecha aliada de Rusia, envía nacionales entrenados en Bielorrusia, junto con tropas norcoreanas, para luchar por Putin en Ucrania. Y aun así, la UE mantiene el statu quo con Cuba. Esa contradicción lo dice todo.
— Habría que agradecer históricamente a los congresistas cubanoamericanos, Marco Rubio, Ted Cruz, usted mismo, antes Lincoln, Ileana Ros-Lehtinen, María Elvira Salazar; pero se tiene la impresión de que no se ha ido al meollo, al núcleo mismo del mal en Cuba, que está perjudicando a Estados Unidos mediante la infiltración de espías, de desestabilizadores dentro de las universidades y el exilio…
— Lo primero es educar a nuestros jóvenes sobre los males del comunismo, una ideología que ha cobrado innumerables vidas en todo el mundo. En un momento en que los valores de libertad, democracia y derechos individuales están en riesgo, es vital que las nuevas generaciones comprendan el contexto histórico de estas ideologías destructivas y cómo han aplastado el alma humana mediante el miedo, la intimidación y la censura. El plan del presidente Trump implica precisamente un regreso a nuestros valores fundamentales, y una oposición clara a los programas de izquierda radical que han infiltrado todos los niveles de nuestra sociedad: gobiernos locales, estatales y federales, escuelas públicas y privadas, grandes empresas e incluso nuestras instituciones científicas.
El presidente Trump está devolviendo el sentido común y tratando a los adversarios como adversarios —una ruptura necesaria con la peligrosa política exterior de Biden, que ha buscado complacer a regímenes antiestadounidenses como el cubano. Biden incluso quiso subsidiar negocios del régimen y otorgarle acceso al sistema bancario estadounidense.
Y efectivamente, se han infiltrado espías y agentes que han aprovechado el caos fronterizo impulsado por Biden y han accedido a beneficios migratorios de su Administración. No obstante, reconozco la labor de nuestras agencias de seguridad que han logrado detectar y detener a espías como Manuel Rocha, protegiendo así nuestra seguridad nacional.
— Carlos Giménez propuso en entrevista con Radio Martí la vía de las no remesas, no viajes, y nada que pueda apoyar al régimen, es algo que desde Europa los cubanos exiliados hemos pedido desde hace tiempo, sin que fuese tomado en cuenta. ¿Qué piensa usted?
— El legislador Giménez es un patriota y es un honor servir en el Congreso de Estados Unidos junto a él. Apoyo los esfuerzos de la Administración Trump para aplicar la máxima presión y cortar toda fuente de ingresos al régimen y al aparato militar cubano, como a través de la Lista Restringida de Cuba. El régimen cubano es el cáncer del Hemisferio Occidental y continuaré trabajando con mis colegas y la Administración Trump para negarle cualquier salvavidas a la dictadura cubana.
Esta entrevista fue publicada originalmente en El Debate. Martí Noticias la reproduce con autorización de su autora.
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